
Hemos
detectado tres fallas protuberantes que facilitan la comisión impune de los
casos de “llamada millonaria” en los conjuntos residenciales:
1. La
existencia de falsas servidoras domésticas dedicadas en plan profesional al
engaño y al hurto, rodeadas de cómplices de relativa peligrosidad social. Son,
desde luego, una minoría, pero el impacto de sus malas acciones es
significativo sobre las familias honestas.
2. Los
jefes de hogar no se asesoran ni proceden con cautela cuando dan el paso de
contratar a una empleada para su casa o apartamento. Sólo les interesa suplir
la vacante con la mayor celeridad y se declaran satisfechos con referencias
indirectas y vagas, sin verificar por sí mismos el nivel de confiabilidad de
las aspirantes.
En la
mayoría de los casos los patrones no evalúan los antecedentes personales,
familiares, sociales, laborales, económicos, penales y policivos de quienes
desean trabajar para ellos ni les practican visita domiciliaria.
Tampoco,
a lo largo de la permanencia de las domésticas en el seno del hogar, las
capacitan proporcionándoles alternativas en casos de emergencia.
3. Los
vigilantes omiten con frecuencia los controles protocolarios de revisión de
objetos llevados a la mano cuando se trata de las fámulas. Por excesiva
confianza las dejan entrar y salir sin cortapisas, aún llevando paquetes y
otros elementos que podrían estar sustrayendo del ámbito familiar.
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